Todos conocéis el
cuento del Flautista de Hamelín, ¿verdad? El inicio del otoño, inevitablemente
me recuerda ese cuento. Los parques, piscinas, playas, calles, de repente se quedan sin alma, sin la
alegría de las voces, gritos y juegos infantiles, disfrutando de la vida.
Te encuentras a
madres y padres que te dicen con cara de felicidad: ¡Menos mal que se acabó el
verano, y vuelven al cole…qué paz, qué felicidad!¡Ya era hora!
Hacemos de las
costumbres, leyes. “Es que siempre se ha hecho así, a nosotros también nos lo
hicieron, y nuestros hijos lo harán con los suyos”. Lo que nos resulta cómodo,
no lo analizamos; es así porque así ha sido siempre, no hay alternativa
posible.
Realmente, objetivamente
y aunque nos duela, a los niños los “castigamos” con un encierro de muchas horas
(recuerdo mi época de primaria, y nuestro horario era de 9 a 12.30 y luego un
par de horas por la tarde, y se me hacía eterno), “quietas en las sillas”, “calladas”,
“atentas a la clase”. Además cada vez los llevamos a la guardería más pequeños,
incluso bebés…y nos justificamos de mil maneras: no queda otra, yo tengo que trabajar, es lo mejor para ellos
así se socializan antes, luego les cuesta menos, etc, etc…tranquilizando
nuestras conciencias.
Pero de verdad,
¿no hay alternativas? ¿Lo estamos haciendo bien?
Si ya sabemos que
se aprende jugando, experimentando, ¿por qué seguimos repitiendo los mismos
patrones de hace mil años: lecciones magistrales, categóricas, sin lugar a plantear
dudas, tan solo reproduciendo lo enseñado? Si luego, ya en casa, están
nerviosos, inquietos o incluso estresados, ¿por qué nos extraña y les volvemos a
regañar pidiendo que vuelvan a estarse sentados, tranquilos y haciendo sus
tareas para el día siguiente? ¿Entonces, cómo van a soltar la tensión acumulada
en tantas horas de clases?
Las cosas no cambiarán, si entre todos no nos
proponemos que así sea.
La escuela no tiene que ser un sitio donde “recogen”
a nuestros hijos, tiene que estar viva, tiene que fomentar la creatividad, el
movimiento, el juego y la alegría y estoy convencida de que cada vez son más
los docentes que quieren salirse del encorsetamiento del sistema y plantear
ideas nuevas, horarios nuevos, formas nuevas. Digamos adiós al sistema de
castigos, a los gritos porque el maestro ha perdido los nervios (incluso lo
justificamos: pobre, con 30 como el mío, ¿cómo no va a estallar? Exijamos ante
todo respeto y cariño hacia nuestros hijos, para que mañana puedan ser personas sanas, felices y asertivas (no
sumisas).
Tenemos que ser
una sola voz que acabe con todo esto ya. El sistema educativo tradicional ya no
funciona, pero el cambio no vendrá solo, hay que provocarlo: como padres, como
docentes, como educadores, desde tu visión y posición.
La Escuela tiene
que salir de su “zona de confort” y acelerar estos cambios, y tiene que hacerlo
¡¡YA¡¡
MFFP.
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