domingo, 28 de julio de 2013

Educo, construyo...



La Educación es un tema principal y prioritario que casi siempre asociamos a la etapa infantil, porque es la de los grandes aprendizajes, la consolidación de los mismos, la construcción del camino que nos va a conducir durante toda la vida; pero entendámosla en un sentido más amplio, como toda forma de contacto que generamos con el entorno que nos rodea y en el que nos toca vivir. En este entorno, desplegamos nuestro crecimiento como personas.

Educando a nuestros hijos, nos educamos a nosotros mismos. 

Ser padres y madres es compartir la vida con ellos, redescubrir el mundo juntos, de su mano. Parece fácil, pero no lo es porque vivimos en un mundo competitivo que nos exige ser los mejores padres, profesionales, deportistas, etc. 

Los problemas de conducta son en muchos casos, sólo llamadas de atención.

Cuidar estas cosas:

-   Protección (sentirse queridos y cuidados les hará crecer seguros e integrados en la sociedad).

-  Necesidades (los malos tratos no son solo físicos. Si olvidas cubrir las necesidades emocionales y físicas de tu hijo, también lo maltratas sin quererlo).

- Amor (es lo único que no les sobra. No intentes compensar tu falta de tiempo o atención con ellos con cosas materiales).

- Normas (no grites ni des órdenes. Intenta que hagan las cosas divirtiéndose, reforzándoles cuando lo hagan bien, para que lo hagan con gusto y no por miedo).

-   Valores (enséñales que todas las personas son iguales sin importar el color, sexo, condición social, etc.)

-  Solidaridad (siembra ideas y respeto para el compromiso con la paz y un mundo mejor para todos).

- Comparaciones (son muy dañinas. No lo hagas ni con hermanos, familiares, amigos. Cada ser humano es único, haz que se sienta a gusto consigo mismo, refuerza sus cualidades, está formando su identidad).

- Ejemplo (somos su medida del mundo. Hacen lo que ven: no les mientas, sé solidario y respeta al prójimo).

   MFFP. 



sábado, 27 de julio de 2013

¿Por dónde empezar?

La actitud y la intención de ser los mejores padres y madres, seguro que la tenemos todos. Pero, ¿por dónde empiezo? ¿existe un manual de "buenos padres"?¿y si existiera, me serviría de algo tenerlo?

Los niños/as, nacen sin "manual de instrucciones", y por eso a veces resulta tan complicado educarles bien. Para mí, hay una cuestión básica que a veces se nos escapa: debemos empezar por nosotros mismos. 
Me gusta mucho la frase recurrente de César Millán: "rehabilito perros, educo personas". En este caso y salvando las diferencias, podríamos decir: "rehabilito niños/as, educo padres". Al igual que un psicoterapeuta para ser eficaz en su profesión, debe pasar primero por psicoterapia, los padres y madres, deberíamos comenzar analizando lo que hacemos o cómo lo vamos a hacer. Si ya hemos empezado a tener problemas, recordar que los niños nacen como una pizarra en blanco en la que reflejamos y proyectamos sin ser conscientes, todos nuestros sueños sin cumplir, expectativas, frustraciones, problemas diarios, ansiedades, etc.
Comencemos con un ejercicio de introspección y reflexión, y veamos qué hacemos bien, qué nos funciona para repetirlo, qué debemos cambiar, en qué podemos mejorar. 
Para conseguir cambiar las cosas, hay que empezar por uno mismo/a.

MFFP.

jueves, 25 de julio de 2013

LA FRASE DE HOY 25 de julio de 2013


Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto, sonríen más y son más amables. Generalmente son más equilibrados. 
Dalai Lama.

Alteraciones del comportamiento



Los niños/as, pueden mostrar muchas conductas significativas “no habituales” que no son más que reflejo de su propio desarrollo o situaciones transitorias. Hacer una adecuada valoración de éstas es lo más importante para buscar la solución de estos comportamientos.

¿Cómo valorar lo que es “normal” o “anormal” en el comportamiento de los niños? ¿cuándo debemos realmente preocuparnos y actuar?

El niño/a, sobretodo en la etapa infantil, no tiene una personalidad conformada, sufriendo continuas variaciones ligadas a las físicas y mentales. Su comportamiento puede variar temporalmente para lo que es habitual en ellos, sin que esto signifique que tengan “problemas”. 

Desde un criterio operativo para definir a un niño “normal”, diríamos que es aquel que, en general:
-          - es activo: juega, corre, salta, brinca
-         -  mantiene un estado de ánimo estable: alegre y feliz
-         -  come con satisfacción y en la cantidad necesaria de acuerdo con sus particularidades individuales
-          - duerme bien y en los períodos establecidos
-          - asimila sin dificultad el proceso educativo en que se forma.

Hay que conocer profundamente las características del desarrollo, sus manifestaciones, sus problemáticas, para no incurrir en el error de considerar patológico un comportamiento explicable en ese momento de la vida.
Es igualmente importante, valorar la INTENSIDAD y la PERMANENCIA de los comportamientos observados, y que constituyen, quizás, los índices más significativos para un diagnóstico acertado.

FACTORES por los cuales un niño/a en cualquier edad puede presentar alteraciones en su comportamiento:

Internos, cuando la problemática parte fundamentalmente de limitaciones, consecuencias o derivaciones de particularidades individuales de tipo constitucional, biológico o genético.

Educativos, en los que las condiciones de vida y educación donde se desenvuelve el niño, juegan el rol principal en la génesis de sus alteraciones del comportamiento, debido al uso de métodos educativos incorrectos o por acciones que atentan contra la satisfacción adecuada de sus necesidades básicas.

Factores de la actividad y propia experiencia personal del niño, dependen  de los eventos que le suceden en su vida cotidiana, a veces incluso, producto del azar. Por ejemplo: alteraciones que surgen por la  asociación y condicionamiento de estímulos que por sí mismos no son nocivos, pero que de presentarse en determinadas condiciones pueden ser fuente de trastornos.

De forma general,  bastaría con detectar los factores causales ambientales y  transformar esos métodos educativos incorrectos utilizados, para que disminuya la intensidad de los síntomas y progresivamente se consiga erradicarlos. En etapas posteriores, y por las posibilidades de un mayor desarrollo intelectual y de interiorización emocional, los problemas pueden estructurarse más profundamente, y ya no es tan asequible modificar los comportamientos inadecuados actuando directamente sobre las condiciones externas, requiriéndose en mayor medida la acción terapéutica.

Es decir, solamente después que las acciones educativas realizadas para resolver la problemática en el niño/a hayan resultado inoperantes, podemos valorar que se está frente a una real alteración de conducta.  



FUENTE: LA VALORACION DE LA CONDUCTA DE LOS NIÑOS Y NIÑAS.
Dr. Franklin Martínez Mendoza.


miércoles, 24 de julio de 2013

Educar con el corazón


¿Qué nos convierte en padres o madres?
Sin duda, no es la sangre, sino el corazón.


La verdadera paternidad va mucho más allá de la mera procreación; es un acto de amor, un ejercicio de responsabilidad y una travesía a través de la cual podemos descubrirnos a nosotros mismos a través de nuestros hijos.


No se trata de imponerse, ser el que ordena o el que castiga, probablemente te has preguntado si todo esto tiene algún sentido y tú mismo te contestas que NO, incluso si hasta ahora crees que lo has hecho muy bien.

Te invito a leer el siguiente texto, que nos invita a la reflexión:

Un padre, una madre, están presentes cuando simplemente escucha sin juzgar, sin impacientarse por encontrar o tener una respuesta siempre, cuando sencillamente permanece y escucha.
Cuano su hijo adopta decisiones y caminos propios, aunque muchas veces estas decisiones no coincidan con sus deseos.
Cuando habla de sí mismo, de sus vivencias, sentimientos y proyectos personales, de sus sueños y necesidades, sus aptitudes e ineptudes, de lo que hace, siente y teme.
Cuando pone la piel en la relación con sus hijos: toca, acaricia, sostiene, aprieta, suaviza...pregunta por actividades, sueños, éxitos y fracasos, por alegrías, amores y dolores de sus hijos y se lo pregunta a ellos, directamente, sin intermediarios.
Cuando siempre encuentra tiempo para acompañar a sus hijos en momentos importantes: leves o graves, en su vida: exámenes, peleas, derrotas, victorias, enfermedades, viajes.